COVID-19: cómo ayudar a las personas mayores que viven solas


El confinamiento supone la pérdida de libertad y control sobre nuestras vidas. Ello nos provoca un sentimiento de indefensión e incertidumbre sobre el futuro que puede ser perturbador. Estudios previos han demostrado, de forma repetida, los efectos perjudiciales del aislamiento social en la salud. Sin embargo, la evidencia científica acerca de las consecuencias de una cuarentena es limitada.

Datos recientes

En un trabajo reciente publicado en Lancet, investigadores del King´s College de Londres realizaron una revisión acerca de los efectos psicológicos provocados por el aislamiento obligatorio. Los autores señalaron que el confinamiento puede tener consecuencias adversas para la salud mental, incluyendo la aparición de sintomatología ansiosa o depresiva, estrés postraumático, así como sentimientos de ira, tristeza Estos efectos, que pueden mantenerse incluso a largo plazo, estarían explicados por diversas variables: la frustración o incertidumbre, una elevada sensación de riesgo a la infección, la falta de suministros o la información inadecuada, la pérdida de la capacidad financiera, o un periodo prolongado de la cuarentena. En cualquier caso, los efectos psicológicos del confinamiento aparecerán en mayor o menor medida dependiendo de nuestra forma de ser y experiencias previas, las cuales influirán en nuestras estrategias de afrontamiento.

La cuarentena en personas mayores

De acuerdo con los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadística, en España casi el 20% de la población tiene más de 65 años. Más específicamente, la proporción de octogenarios supera ya el 6% de toda la población. En este segmento de la población se observa un incremento de hogares unipersonales, lo que a su vez aumenta la probabilidad de aislamiento social y soledad no deseada. La soledad no deseada se ha relacionado con un estado de peor salud físico y mental. En una situación de excepcionalidad como la que estamos viviendo, en la que nuestros mayores constituyen uno de los grupos de mayor riesgo, el confinamiento forzoso y prolongado puede provocar que los sentimientos de soledad no deseada y sus efectos vayan en aumento. En estas circunstancias, las personas de mayor edad podrían mostrar más problemas para concentrarse o desarrollar tareas distintas, mayor ansiedad, estrés, agitación, dificultad para mantener un sueño reparador, o retraimiento.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros mayores?

  • Con información fiable y limitada En ocasiones puede resultar difícil controlar la preocupación y los pensamientos intrusivos acerca de la enfermedad. Es por eso fundamental que la información consultada sea veraz y evitemos una sobreexposición innecesaria y perjudicial. En el caso de colectivos potencialmente vulnerables, como son las personas mayores, es importante que reciban la información de manera clara y realista, sin caer en el alarmismo.
  • Con el cuidado de la salud La falta de tolerancia ante la incertidumbre nos hace vulnerables ante las emociones negativas. Por eso es importante prestar atención a nuestras emociones para tratar de identificarlas y reflexionar sobre ellas. Aceptar la incertidumbre y confiar en los profesionales que gestionan esta crisis es esencial para no dejarnos llevar por el pánico. En este sentido, numerosos organismos oficiales han elaborado recomendaciones para un afrontamiento eficaz del malestar emocional generado por el Covid19.

A nuestros mayores debemos transmitirles que esta situación es temporal y la importancia de mantener una actitud positiva. Recordemosles que ya han experimentado otras adversidades a lo largo de sus vidas y siempre las han superado con éxito. Mantenernos ocupados también nos ayudará a reducir el miedo y la ansiedad. Seguir una rutina otorga significado a nuestra vida diaria y fomenta nuestro bienestar. Podemos trasladar a nuestros mayores la relevancia de establecer horarios, alimentarnos adecuadamente, realizar ejercicio físico en la medida de lo posible y buscar momentos de tranquilidad.

  • Con distancia física, pero no emocional Mucho hemos escuchado y leído en los últimos días sobre la importancia de mantener la distancia social para combatir esta crisis sanitaria.

Un estudio europeo sobre los factores que más contribuyen al bienestar subjetivo de las personas de edad avanzada, nuestro equipo de investigación evidenció que las relaciones que generan apoyo, pertenencia y aprecio son la fuente fundamental de bienestar subjetivo para este segmento de la población. Intercambios sociales que involucran, principalmente, a la familia más cercana. Es por eso que, a pesar de la imperiosa necesidad de permanecer en nuestros domicilios para prevenir la propagación del virus, la distancia debe ser física, pero no tiene ni debe ser emocional. Resulta esencial priorizar la comunicación y procurar que las personas mayores se sientan acompañadas. Ellas esperan nuestras llamadas. Necesitan saber que nos preocupamos por su bienestar, que estamos a su lado, les escuchamos, y que nosotros estamos bien. Para aquellas personas que tengan acceso y los conocimientos para conectarse a través de otras modalidades a distancia, las video llamadas e incluso los juegos colaborativos pueden ser grandes aliados. Diversas instituciones y organizaciones no gubernamentales trabajan de forma incansable para brindar su ayuda a las personas en situaciones más comprometidas o que cuentan con una red de apoyo limitada. Las personas somos seres sociales: vivimos en grupos y dependemos los unos de los otros. Las estrictas medidas de confinamiento suponen un gran reto para todos porque conllevan la ausencia o disminución de nuestras interacciones sociales, lo que puede tener importantes implicaciones para nuestra salud física y mental. Esta pandemia pone en primera línea el compromiso en el cuidado de los demás y la protección de lo común. Nota del editor: si bien este artículo refleja estadísticas de personas mayores en España, la realidad de confinamiento es similar a la de Estados Unidos, donde según el Censo (a julio 2015) los adultos de 65 años o más representan el 14.9% de la población. Por: Elvira Lara Pérez, Psicóloga e Investigadora postdoctoral de la Universidad Autónoma de Madrid, The Conversation Foto: RitaE Febrero 2021

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